Regrese a mi vicio como por arte de magia.
Sin darme cuenta, a la fecha, ya me he terminado una cajetilla que compre la semana pasada. Claro, eso no parecerá muy drástico para muchos. Pero para mi sí lo es. Primero, porque mi medida normal de 1 pucho de cuando en vez estaba bien. Es más, lo había dejado como un gustito de fin de semana, como quien se toma unas chelas y fuma uno o dos.
Pero ahora ya se había vuelto algo crónico. Bastó un encontrón con mis papás, un desbalance químico-emocional, fustraciones absurdas, penas, depresión y sobretodo, que la doctora nagasaki osara darme de alta (¡De alta! ¿Que no se da cuenta que es la única persona con la que puedo hablar?), para volver.
Actualmente estoy en 5 diarios y subiendo.
Eso es lo cagado con los vicios. Sabes que te van ha hacer mal. Sabes que te estás perforando el pulmón. Sabes que el aliento a tabaco es un turn-off inmediato (aunque al no tener pareja no te importa mucho eso).
Sabes que vas a tener que descolgar medio cuerpo por la ventana de tu cuarto. Sabes que vas a tener que abrir todas las ventanas y bañar en desodorante de ambiente tu cuarto para que nadie se percate. Sabes que vas a tener que hacerlo a escondidas, como si tuvieras 15 años nuevamente. Sabes que te aumenta la posibilidad de tener cancer. Sabes todo eso.
Pero aún así, mientras das vueltas y vueltas ( en uno de tus lugares favoritos para fumar) te vas dando cuenta lo rico que es fumarse un puchito...
EL FESTIVAL DE LA PALABRA
Hace 13 años