No estoy asombrado, solo dolido, como cada vez que me asomo al mundo que hemos construido. En esta ocasión se trata de un hecho individual y aparentemente insignificante, pero que retrata de manera dramática las conductas humanas que esta sociedad ha potenciado. Me refiero al caso de Yolanda Vaccaro, corresponsal del diario El Comercio en España.
Como ya es sabido, ella cubría el encuentro gastronómico Madrid Fusión, donde se le rendía un homenaje a Gastón Acurio. Por tratarse de un tema particularmente interesante para el Perú, Vaccaro, con todo derecho y buen sentido profesional, se ubicó en un sitio que sus colegas españoles hubiesen querido para ellos. Al encontrarse con este inconveniente oriundo de Sudamérica, los fotógrafos españoles, luego de gritarle “sal del camino”, optaron por sacarla a empujones mientras enarbolaban sus prejuicios y limitaciones mentales en un sonoro: “Vete a tu país, sudaca de mierda”. No eran analfabetos, ni cabezas rapadas, ni desempleados en búsqueda de chivos expiatorios, no, eran profesionales, profesionales de la prensa, profesionales que, teóricamente, deberían ser objetivos y capaces de desarrollar un grado más que elemental de pensamiento crítico.
Y son esos profesionales los que agredieron físicamente a una colega y la descalificaron por su lugar de origen solo porque ocupó un sitio que ellos hubiesen deseado para tomar sus fotografías. Puedo imaginar que, si Vaccaro hubiese ocupado su puesto de trabajo, la habrían destripado. El crítico gastronómico español Ignacio Medina, como para mostrar que los imbéciles no solo pertenecen al periodismo, le dijo a Vaccaro que ella no iba a enseñar “cómo trabajar” a sus compatriotas y le agregó la marca del subdesarrollo mental: “Qué te crees, criolla de mierda”. Además de indignante, es triste. Estos hechos delatan la gravedad con la que los simplificadores de la realidad han tatuado el cerebro de los perezosos que se niegan a pensar por sí mismos. El mundo de 'buenos y malos’ renace con furia en tiempos de crisis y potencia lo más primitivo, lo más oscuro y lo más peligroso de la naturaleza humana, sea esta española, peruana, paquistaní o congolesa.
No cometeremos el error de ensañarnos con los españoles. Pero tampoco cometeremos el error de olvidar que una sociedad cuya única finalidad es lucrar, lucrar y lucrar, y que premia a quienes lo hacen exitosamente con el calificativo de triunfadores, es una sociedad destinada no solo a provocar conductas tan deleznables como la relatada, sino todo tipo de comportamiento que estimule el triunfo del más fuerte y lo justifique en base a juicios irracionales. Los organizadores de Madrid Fusión, avergonzados, supongo, no colaboraron para que los agresores fueran identificados. Se sabe, sí, que uno es José María Barroso, del ABC. Eso se llama, en España, en el Perú y en el resto del mundo: complicidad. Y debe ser hecha pública y denunciada ante quien corresponda. ¿Un hecho aislado? Pregúntenles a los 'sudacas’ que trabajan en España si se trata de un hecho aislado.
EL FESTIVAL DE LA PALABRA
Hace 13 años